Reserva Ecológica Costanera Sur, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina.
Buenos Aires alberga 15.625.084 personas y sólo 31 especies de anfibios con poblaciones diversas y en algunos casos desconocidas. La urbanización, la reducción y fragmentación del hábitat, la contaminación y los efectos de nuestras prácticas no sostenibles constituyen amenazas para los anfibios. El camino de esta iniciativa conservacionista arranca el 14 de julio de 2016 con el fin de proteger y preservar los anfibios y sus hábitats dentro de los límites de la provincia de Buenos Aires. Sabíamos que no podíamos iniciar este viaje solos, y que necesitábamos de la participación de una comunidad comprometida, informada y activa. La educación ambiental fue la clave para fomentar el respeto y la valoración de este grupo de animales
Comenzamos organizando eventos públicos, actividades de educación ambiental y campañas de concientización en redes sociales. Más tarde, nos dedicamos a la investigación científica y redactamos artículos que contribuyeron de manera decisiva a promover nuestra misión y maximizar el alcance en nuestra comunidad.
Siendo una pequeña iniciativa, nos resulta difícil evaluar nuestra contribución puertas adentro de los hogares, especialmente en época de cuarentena cuando la mayor parte de nuestras actividades y acciones debieron cancelarse. Sin embargo, de vez en cuando nos encontramos con personas y sus historias que nos devuelven la esperanza en el futuro, del planeta y de los anfibios. Nos gustaría compartir algunas de esas historias esperanzadoras para inspirar a los lectores de la misma manera que nos inspiraron a nosotros y comprender que cualquier cambio, no importa la magnitud, sirve para salvar la Tierra.
El valor más gratificante: la empatía
Villa de Mayo, Malvinas Argentinas, Provincia de Buenos Aires.
Cuando llega la primavera, la gente se prepara para acondicionar la piscina y los anfibios comienzan con su período de reproducción. En zonas urbanas, estas dos actividades chocan. Hace unos días, una señora nos contactó en Facebook para contarnos que haciendo la limpieza de la piscina había encontrado renacuajos de sapos viviendo ahí y los quería sacar sin lastimarlos. Después de conversar con nosotros, decidió trasladarlos a un estanque en otra parte de su propiedad y agregar algunas plantas acuáticas que aportaran oxígeno para mantener a los renacuajos vivos en lo que durase su metamorfosis. Pudimos constatar que en la pileta tenía tres diferentes especies de anfibios: Ranita Roncadora (Scinax granulatus), Rana Criolla (Leptodactylus latrans-hoy conocida como Leptodactylus luctator) y Sapo Argentino (Rhinella arenarum).
Sapos argentinos (Rhinella arenarum) en amplexo.
Libres por naturaleza
Quilmes, Provincia de Buenos Aires.
En septiembre de este año recibimos un mail en el que un padre nos contaba su preocupación. Él y su hijo de cinco años habían capturado unos días atrás una Ranita Roncadora (Scinax granulatus) en su jardín y se preguntaban cómo alimentarla ya que no estaba comiendo. Le explicamos que la rana era una especie nativa y que su hábitat natural era el jardín donde podía encontrar toda la comida que necesitase para sobrevivir y que la mejor decisión era liberarla en el mismo lugar donde la habían encontrado. Ese mismo día volvió a contactarnos para contarnos que después de leer nuestra respuesta, su hijo y él habían decidido liberar a la rana, y no solo a la rana, sino a dos geckos que también habían capturado ese mismo día. La parte más emocionante de esta historia no es sólo que la rana o los geckos volvieron a su hábitat natural, sino que el niño entendiera la importancia de la libertad y aprendiera a relacionarse con la naturaleza de otra manera. Y que a partir de ese momento, él podría salir al jardín todos los días a visitar a sus nuevos amigos.
El niño y su nueva amiga: una Ranita Roncadora (Scinax granulatus).
Ante todo el bienestar animal
Olavarría, Provincia de Buenos Aires.
La última historia que nos gustaría compartir es la de una joven que encontró un Sapo Argentino lastimado (Rhinella arenarum) y se preguntaba qué podría hacer para no dejarlo morir. Aparentemente el pequeño animal había sido accidentalmente lastimado cuando los vecinos cortaban el césped. Aún cuando ella misma era estudiante de veterinaria, el estudio de los animales silvestres recién se realiza en una especialización de posgrado. Lamentablemente el sapo murió a pesar de la ayuda primaria recibida. Aunque esta historia no parece tener un final feliz, la elegimos por un motivo. El lazo que une a estas historias no es el ejemplar que se quiso rescatar y rehabilitar, ya que no podemos basar una estrategia de conservación de anfibios en salvar algunos individuos, sino que las personas reconozcan la importancia de valorar el derecho a la vida de estos animales, se preocupen por su bienestar y respeten y admiren la naturaleza como parte esencial de la vida y de la necesidad de coexistir.
Colocando flores en la tumba de sapo que no pudo ser rehabilitado
Estas historias nos dan optimismo sobre el futuro de nuestro planeta y de las especies que lo habitan. Un cambio es posible y está pasando en muchos niveles de la sociedad. Aunque entendemos que estas acciones individuales no tendrán un impacto directo en la conservación de las especies, transmitir un mensaje positivo ayudará a los anfibios independientemente de su estado de su conservación actual. De lo contrario , ¿Cuál sería el mejor momento? , ¿Cuando todo esté perdido?. Sólo el optimismo y la empatía nos ayudará a dejar un mundo mejor y más diverso para las futuras generaciones.
“Saber nos hace conscientes para luego poder actuar. Y si nuestro actuar se vuelve un hábito consciente y sostenible tendremos una gran parte de la batalla contra la extinción ganada. Un pueblo con conocimiento, consciente y empoderado es lo que necesitamos” Natalia Maruscak, fundadora de STF! Buenos Aires.
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